Álvaro Ramírez Velasco
En unos días, llegará a su fin la aciaga noche de corrupción, excesos y abusos en el Poder Judicial del estado de Puebla, cuando al menos 109 cabildos, la mitad más uno de los 217 de la entidad, otorguen el aval a la reforma que envió el gobernador Miguel Barbosa Huerta y que aprobó, por unanimidad, el Congreso del estado el pasado 7 de octubre.
Apenas ocurra este proceso y se declare la constitucionalidad de la Reforma Judicial, el pleno del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) sesionará para destituir al hasta hoy presidente, Héctor Sánchez Sánchez.
Los castillos de naipes del ex candidato panista a una diputación federal suplente, en 2015, se derrumbarán (ya lo han hecho desde hace semanas) y quedará en el desahucio político.
Las cenizas del poder, para él, quedarán apenas como la evocación de un momento que, con los días, se verá más lejano, en paralelo él se haga más vulnerable, sin fueros, sin padrinos y sin patentes, ante cualquier presunto delito o falta que pudiera haber cometido.
El hombre que soñó, extraviado en el absurdo de la soberbia, con ser aspirante a la gubernatura, busca ahora cajas vacías de jabón Roma o de huevo Bachoco, para sacar sus pertenencias de la oficina central de la planta baja de Ciudad Judicial.
Nadie ajeno vendrá a destituirlo. Lo harán sus propios hasta ahora pares, los magistrados y magistradas quienes, con sus votos, lo desecharán, para que su nombre y sus acciones queden luego en el basurero de la historia.
Con el número mágico de los 109 Cabildos que aprueben la reforma, en la que el Legislativo se apuntó la unanimidad, un 41-0, alcanzará la constitucionalidad y será, entonces, publicada en el Periódico Oficial del Estado.
Su instrumentación será casi de inmediato.
Antes del 15 de diciembre, cuando concluye el actual periodo ordinario de sesiones del Congreso local, se prevé que estén aprobadas las reformas a las leyes secundarias.
La aplicación final de la Reforma Judicial poblana, que ya es referencia para que otros estados la apliquen, será como una perfecta pincelada, breve, rápida y certera.
En esa sesión, los magistrados también definirán al nuevo presidente o presidenta del TSJ. El género en el relevo puede ser una virtuosa novedad.
Luego, vendrá también la definición de las otras tres presidencias: Consejo de la Judicatura, Tribunal Administrativo y Sala Constitucional.
Nacerá, entonces, un nuevo Poder Judicial que, a diferencia de los maquillajes del pasado, tendrá nuevos rostros, nuevos bríos y nuevos nombres.
La Puebla nueva que se prometió alcanzará aquí concreción puntual.
Ya será tarea de los nuevos órganos y de las autoridades el fincamiento de responsabilidades, la investigación de los saqueos con factureras por más de 30 millones de pesos (al menos en lo que ha comprobado el periodista Fernando Maldonado), la supuesta venta de plazas, cobros por cambios de distrito de los jueces… la supuesta y sospechosa bonanza inmobiliaria de Sánchez Sánchez en Val'quirico, Acapulco y Querétaro.
La estela con fétido hedor es larguísima.
En unos días, ocurrirá todo eso.
Serán 109 cabildos y, luego, la pincelada.
Como golpe de espada, certero, veloz y definitivo.