Álvaro Ramírez Velasco
Sin regateos, desde el Gobierno Federal y, especialmente, con el beneplácito del Presidente de la República, se ofrecieron muestras de reconocimiento a la administración de Sergio Salomón Céspedes Peregrina, por el nivel de celebración de Estado que logró imprimirse y mantenerse en la 161 Conmemoración de la Batalla de Puebla del 5 de Mayo de 1862.
El acto, desde su organización coordinada de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y el Gobierno del Estado de Puebla, logró curarse de interpretación y sesgos políticos e incluso tuvo la habilidad de atajar intentos -si así pudo alguien proponerse- de lucimiento personal.
Las ceremonias sobre la toma de juramento a los conscriptos, los discursos, la jura de bandera, la Guardia de Honor en el Mausoleo del General Ignacio Zaragoza y el desfile, se cuidaron con milimétrica pulcritud.
El comentario generalizado de los asistentes al final de la jornada conmemorativa del viernes 5 de mayo, fue que el presidente Andrés Manuel López Obrador se fue muy contento y muy satisfecho.
En campo minado por la cercanía con las definiciones hacia 2024, el acto mantuvo su talla y nivel inmaculados.
Hay que destacar la capacidad de convocatoria y formalidad protocolaria que, de manera personal, al nivel de su investidura, tuvo el gobernador poblano Sergio Salomón Céspedes Peregrina.
A su lado, también jugó un notable papel como anfitriona, con discreción, garbo y soltura, su esposa, Gabriela Bonilla Parada.
Los dos ofrecieron una republicana presencia y representación de Puebla ante el presidente, su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, y los invitados del gobierno federal y de otras entidades.
Con la sobriedad requerida y la precisión solemne de las distintas ceremonias y actos del 5 de mayo, hubo cumplimiento a la envergadura de Conmemoración de Estado (con E mayúscula) del 161 Aniversario de la Batalla de Puebla de 1862.
El discurso del gobernador poblano también destacó por la sincronía y coincidencia ideológica con la alocución del Presidente de la República respecto de la gesta de defensa nacional.
Sergio Salomón preparó una pieza llena de referencias históricas, pero también repleta de simbolismos que hoy son fundamentales para la Cuarta Transformación (4T), como el combate a los conservadores que, desde aquel año de 1862, en plena etapa juarista, se dio con las armas, con las plumas y también con las mentes y en la política.
Con el cumplimiento puntual de los protocolos, de las formas y del fondo de Estado, también se selló el restablecimiento íntegro de las relaciones del gobierno del estado con el Gobierno Federal, que habían estado erosionadas, de una u otra forma, por una o varias circunstancias, desde hace más de una década.
Por encima de las miradas ansiosas que pretendían encontrar señales políticas con miras a la elección de la gubernatura en 2024, la ausencia de tres de los principales aspirantes que juegan en el terreno federal fue fundamental para que lucieran las ceremonias, los discursos y los símbolos.
La ausencia justificada de la titular de Medio Ambiente federal, María Luisa Albores; del presidente del Senado, Alejandro Armenta, y del diputado Moisés Ignacio Mier, atajó cualquier posible intoxicación política de la conmemoración.
En cambio, sí estuvieron las llamadas corcholatas nacionales, aunque el comportamiento de los espontáneos y de sus apoyadores fue mesurado.
No hubo aplausómetro y Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México; el canciller Marcelo Luis Ebrard Casaubón, y el titular de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, fueron invitados discretos.
El Estado sobre las pasiones y las coyunturas.
Así lo merecía la evocación a la Primavera Poblana de 1862.