Álvaro Ramírez Velasco
Por operación, por incapacidad o por omisión -o todas juntas -, el todavía secretario de Educación Pública (SEP) estatal, Melitón Lozano Pérez, le falló a la Cuarta Transformación (4T) y a sus líderes, por ambición personal.
No sólo como Judas, se traiciona por monedas (30 que le dieron a Iscariote), sino también por ambición política y ansiedades de polaridad.
El griterío de unos 4 minutos, breve, irracional y estridente, que supuestos profesores lanzaron el sábado pasado en Ayoxuxtla de Zapata, Huehuetlán El Chico, Puebla, es por muchas razones responsabilidad de Melitón, aunque en su simplista visión, pretenda el deslinde con un tuit.
Pero además, el penoso episodio, con el que los lozanistas pretendieron manchar la gira del Presidente de la República, está muy lejos de ser el único elemento que seguramente se debe ponderar, sobre el desempeño del titular de la SEP poblana.
Melitón ha sido un funcionario lerdo.
Pocos lo saben a ciencia cierta, Pero ha abusado de la confianza de Miguel Barbosa Huerta muchas veces.
Desde hace muchos Martes Ciudadanos, en el interior de la entidad, ha repartido apoyos, pero con tonos clientelares y con la intención de allegarse la popularidad magisterial, para la que supuso puede ser su causa político-electoral.
Melitón fue mencionado como uno de los posibles aspirantes a la sucesión de 2024.
Tiene una imagen de político de izquierda, efectivamente, aunque sus formas y modos parezca más las de un anquilosado priísta.
Tiene también trayectoria, aunque esta no le ha valido experiencia, para conducirse con mejores modos y formas como funcionario y como político.
Con esa vieja receta del priismo, que reparte dadivas, Melitón ha andado las últimas semanas y meses, por todo el estado.
Siempre al filo de la navaja y cerca de la posibilidad, o la realidad, de haber cometido delitos electorales, que de por sí lo anulan para aparecer en la boleta en 2024.
Ineficiencia y abuso, han marcado su ruta. Y al final, todo se sabe y todo se comprueba. Nada pasa inadvertido a los ojos de la vida pública.
Pero volvamos a la gritoniza con que las huestes de Melitón Lozano, coordinadas con el delegado de Bienestar, Rodrigo Abdala, quisieron empañar el acto del Presidente y cargarle insidia al gobernador Miguel Barbosa, por el pago retroactivo de Reforzamiento de Salario, que se ofreció desde el Gobierno Federal, aunque implica la inversión de recursos estatales.
En principio, la promesa de solventar ese gasto adicional y no programado, fue de él.
Lo hizo por presión, lo que no debe tener un funcionario, porque un funcionario que se amedrenta, no sirve; o lo hizo, más probablemente, por ambición personal, para ganarse la popularidad de su gremio, el magisterial -él es profesor-, en su pretendida carrera a la candidatura de Morena a la gubernatura.
Desde el ángulo que se vea es deslealtad.
Fue Melitón, por omisión, por operación o por incapacidad para controlar a su grupo político, desleal a Andrés Manuel López Obrador.
Una vez más, ya va una decena de ocasiones, desde el año 2000, cuando estaba en el PRD, que ha sido alevoso contra Miguel Barbosa. Léase bien: una vez más, en los últimos 22 años.
Y, finalmente, el miembro del gabinete que más presume su zapatismo, se comportó como Judas en la tierra misma del Caudillo, en la cuna del Plan de Ayala.
Por cierto, el ex presidente municipal de Izúcar de Matamoros subió un tuit festejando el acto en territorio zapatista y luego de los hechos, lo borró.
"Esos que no tengan miedo, que pasen a firmar", esa fue ahí la convocatoria del guerrillero revolucionario, en 1911.
Melitón hoy esconde la mano y niega participación, cuando hasta su sobrino y la persona que funge como su lugarteniente en Izúcar de Matamoros, encabezaron la afrenta.
Zapata vive, la lucha sigue.