Álvaro Ramírez Velasco
Con el paso de las décadas se ha perdido en la memoria colectiva un tiempo coyuntural que marcó la vida personal y política de Beatriz Elena Paredes Rangel y que, sin duda, tuvo también relevancia en la historia contemporánea del país.
En el verano de 1987, la hoy senadora de la República estuvo a un paso de dejar el Partido Revolucionario Institucional (PRI), junto con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Ifigenia Martha Martínez y Hernández y Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega.
Prácticamente de última hora, decidió no irse junto con ellos tres y un grupo nutrido que, entonces, conformaron la Corriente Democrática que exigía, en esos tiempos aún del priato recalcitrante y de decisiones verticales, que se abriera a votación la definición del candidato presidencial y que se expusieran los yerros del sistema neoliberal y del gobierno del entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado.
A la postre, los desertores de ese PRI integraron el Frente Democrático Nacional, que postuló a Cárdenas a la Presidencia y quien perdió ante Carlos Salinas de Gortari, en una elección envuelta en la opacidad y la sospecha pero que, decenas de testigos y protagonistas de los hechos, han reconocido que no hubo fraude, como ha trascendido en la narrativa romántica de izquierda de la época.
Un día habrá que preguntarle a Beatriz Elena cómo ve, desde el espejo de su propia historia, esa decisión personal.
La referencia viene a cuenta, para pintar, desde el retrovisor, de cuerpo entero a la dirigente de izquierda que siempre ha sido Beatriz Elena, aspirante a la candidatura presidencial del Frente Amplio por México, de partidos de ideologías incluso antagónicas, como PRI, PAN y PRD.
Por encima de la estridencia que ha causado la falsa imagen, un disfraz prácticamente, que se ha puesto Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, la verdad es que si esa coalición quisiera ir con una propuesta seria, que crecería con solidez, no solamente por “novedad”, en las encuestas, tiene a Beatriz Elena Paredes Rangel.
La ex líder de la Confederación Nacional Campesina (CNC), la única ala realmente de izquierda del otrora partido de Estado, tiene fuerza, experiencia, seriedad y conocimiento, y no carga consigo los negativos y dudas sobre su autenticidad, que sí tiene Xóchitl.
Beatriz, quien fue gobernadora de Tlaxcala y la primera mujer en contestar un informe presidencial, además siendo una veinteañera, ha sido de ideología sólida y consecuente. (También puede que con eso, desde la visión de ese tiempo, se haya quedado en el PRI).
La congruencia es, de sobra, un valor en Beatriz Elena, también y por cierto, cantautora con una obra sobresaliente. Hay canciones de ella que ha interpretado incluso la brasileña Denisse de Kalafe.
Paredes, quien ha sido también embajadora de México en Cuba y Brasil y presidenta del Parlatino, representa la opción real para la oposición. Si no es ella, se confirmará que PRI, PAN y PRD van solamente a una campaña de choque, que busca la violencia retórica, la obstaculización del adversario, la descalificación y la diatriba, pero no la propuesta.
Hay que entender que a Xóchitl la están inflando artificialmente los medios de derecha, porque todo el dinero de los grandes capitales está con ella y tras ella, y no tras Beatriz. La razón es simple: a Xóchitl, por razones de su biografía, la ven “manipulable”; Beatriz es imposible que caiga en ese juego.
Beatriz, quien estará en Puebla los próximos sábado y domingo, en actos en Zacatlán y San Pedro Cholula, como lo ha trazado en su biografía, escucha, es incluyente pero no sumisa o manejable, porque sabe.
En ese mar de manos de distintos intereses, en la Babilonia de pensamientos e ideologías, algunas perversas, que representa el Frente Amplio por México, Beatriz Elena Paredes Rangel es la opción más inteligente; es una política consecuente y congruente con la izquierda, que puede navegar en un mar de derecha.
La frase coloquial dice que “las ideas políticas, como el corazón, deben estar a la izquierda”.
Siempre será un axioma vigente.