La próxima semana, los aspirantes a encabezar la Coordinación Nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación (4T), lo que se traduce en la candidatura presidencial, llegarán a 60, de los 70 días de recorridos que fueron fijados en las reglas de competencia de Morena. Será la recta final. Entonces, ahora sí comenzará el verdadero, ácido e inmisericorde pleito, del que hemos visto apenas pálidos episodios.
Este enfrentamiento será en las mesas de negociaciones, para definir las preguntas y los detalles de la encuesta que resolverán a la ganadora (o casi imposible ganador).
Las preguntas del estudio, que se levantará a finales de agosto y cuyo resultado se dará a conocer el 6 de septiembre, no están diseñadas todavía.
Por supuesto, hay ejercicios anteriores que sientan precedente.
Para otras candidaturas, como las 15 gubernaturas que estuvieron en juego en 2021, se utilizó un modelo de puntaje, con base en nueve reactivos que medían “atributos” de los aspirantes: identificación con la 4T, conocimiento, honestidad, sintonía con la defensa de las mujeres y competitividad, en resumen y entre otros.
Cada rubro tuvo un puntaje específico y de ahí se sacó una calificación, en la escala del cero al 10.
Las llamadas corcholatas, quienes han recorrido el país (este miércoles cumplieron 51 días en ese esmero), se sentarán a la mesa de la negociación con sus representantes, junto con las planas mayores del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) y el Consejo Nacional, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Hay distintas visiones sobre qué se debe preguntar, dónde (distritos electorales), cómo (método del cuestionario) y de qué tamaño debe ser la muestra.
Para definir la Coordinación Nacional, se ha anticipado que se levantará un ejercicio híbrido, con una encuesta y también una urna simulada móvil.
Se supone que se entregará una hoja con un talón desprendible, en el que cada ciudadano y ciudadana escribirá, en secreto, quién quiere que sea el candidato o candidata (coordinadora o improbable coordinador), así, directamente, y éste se depositará en la urna que llevará consigo el encuestador.
Los detalles finos y más específicos todavía no están determinados, de acuerdo con la información pública que hay a disposición. Tampoco las preguntas.
Pongamos ejemplos de lo que sabemos: ha trascendido que el aspirante Marcelo Luis Ebrard Casaubon y su equipo quieren que la encuesta tenga como primer reactivo la muy directa interrogante de “¿a quién prefiere como coordinador nacional de la 4T?” (palabras más, palabras menos).
Eso, en lugar de que la interrogante principal sea sobre conocimiento o identificación con los principios lopezobradoristas.
En el cuarto de guerra de Marcelo Luis suponen que esa pregunta le puede beneficiar al ex canciller y así conseguir la coordinación.
Cada equipo prefiere una fórmula distinta para celebrar esa encuesta.
Fuentes consultadas consideran que lo más viable es reeditar el modelo que se ha utilizado con antelación, para definir candidaturas en anteriores procesos.
Entonces se aplicaría el del puntaje de distintos reactivos, con diferentes valores: Opinión positiva (2 puntos); honestidad (1 punto); identificación con los derechos de las mujeres (0.50 puntos); cercanía con la gente (0.25); conocimiento de los problemas del país (0.25); si cumple lo que promete (0.25); competitividad como candidata o candidato (1); si votaría por él o ella (2), y a quién prefiere en la candidatura (2.75).
Eso ha ocurrido en experiencias anteriores y, aunque se pretende reeditar el modelo, aún falta ver el resultado de los jaloneos en la mesa de negociación.
La verdadera batalla es, de forma definitoria, en la mesa.
Va a ser un trance harto complicado.