Álvaro Ramírez Velasco
Luego del rechazo en la Cámara de Diputados de su Reforma Eléctrica y el fracaso de sus bancadas para cabildear con una oposición, ahora empoderada y envalentonada, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha decidido que sus otras dos iniciativas constitucionales las opere la mayoría del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y su coordinador, Ricardo Monreal Ávila, en el Senado de la República.
En esta que comienza, la última semana del actual periodo ordinario de sesiones -termina el 30 de abril-, el habitante de Palacio Nacional hará llegar a los senadores las propuestas para incorporar la Guardia Nacional al marco jurídico de las Fuerzas Armadas, específicamente a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), así como la muy delicada y compleja Reforma Político-Electoral.
Luego de que, en el Palacio Legislativo de San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados, ha quedado claro que sus legisladores juegan a ser porristas y a vivir la Hora del Aficionado, el tabasqueño ha definido que sean sus senadores y las senadoras -aunque tampoco todos garantizados como profesionales -, quienes procesen sus otras dos propuestas de modificaciones a la Carta Magna, aunque tampoco tienen la requerida mayoría calificada (dos terceras partes) natural de los escaños.
Otro tabasqueño, el titular de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, le adelantó a Ricardo Monreal que esta semana, el 27 de abril, estaría llegando la primera de las iniciativas a la sede del edificio de Insurgentes y Reforma en la Ciudad de México, la de la Guardia Nacional.
En entrevista, el zacatecano dijo que incluso podrían ser las dos.
Sobre la primera, en realidad no hay mucha complejidad en que los grupos parlamentarios de Va por México (PRI, PAN y PRD) aporten los votos necesarios, a pesar de que el Presidente de la República llamó “traidores”, y Morena endureció ese discurso, a los diputados de sus partidos, por el diferendo sobre la Reforma Eléctrica.
Honestamente, los senadores se han sentido siempre cortados con otra tijera y, efectivamente, tienen políticamente una jerarquía muy superior, a pesar de una que otra excepción.
El Senado tiene a políticos con mucha más trayectoria y con más tablas. Basta ver quiénes son los coordinadores y presidentes de comisiones en la Cámara de Diputados y quiénes en el Senado de la República.
Las dos propuestas se comenzarán a procesar, pero no se discutirán ni votarán en la Cámara Alta, sino hasta después de las elecciones, en un periodo extraordinario pasando junio, o en el ordinario que comenzará el 1 de septiembre.
La incorporación de la Guardia Nacional a la Sedena transitará, en el papel, sin mayores contratiempos.
Pero la Reforma Político-Electoral requerirá de un tejido ultrafino, desde Gobernación y en el Senado, y el Presidente de la República debe entender que tendrá que ceder en algunos puntos con la oposición.
Probablemente, podrá cambiar la alineación del actual Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) y logre colar la disminución de legisladores plurinominales, pero será imposible ir al fondo que le interesa, para cambiar tanto las reglas del juego, que los magistrados y consejeros electorales sean también elegidos en las urnas, como expresó hace unas semanas.
Es el tiempo de los concesos y ya no de la imposición, porque además López Obrador no tiene los números para ello.
Sólo para recordar: Morena tiene 61 senadores y senadoras; el Partido Verde 6 escaños; el Partido del Trabajo (PT) 4 y el Partido Encuentro Solidario (PES) 4, con los que llegó en 2018. El lopezobradorismo junto tiene 75 de los 128 escaños.
La oposición tiene PAN (22), PRI (13), Movimiento Ciudadano (9), PRD (3) y hay 6 sin partido. Juntos son 53.
La mayoría calificada en el Senado, si todos y todas asisten, se conforma con 85 votos.
La diferencia con la Cámara de Diputados es que en el Senado hay menos párvulos y está un muy curtido Ricardo Monreal.