Álvaro Ramírez Velasco
La apertura de Casa Puebla a los poblanos, para actividades sociales, recreativas y de capacitación, entre otras, debe tener una lectura integral y bien ponderada, en todos sus alcances. Junto con un mensaje de reconciliación, cercanía y apertura, está un significado profundo de derrocamiento de la etapa larga, oscura y abusiva, del poder en la entidad.
En ese inmueble, de siete hectáreas en la zona histórica de Los Fuertes, se planearon abusos contra la sociedad, se fabricaron delitos, se pervirtió el servicio público, se hizo del gobierno un modelo de negocios y, también en los más bajos de sus instintos, los poderosos dieron rienda suelta a su conscupiscencia y a sus excesos.
Fue la sede y el símbolo de una época decadente.
La apertura de Casa Puebla, convertida ahora en espacio de acceso público, “es la reconciliación del poder y la sociedad”, dijo el gobernador Miguel Barbosa Huerta en su apertura este 30 de abril.
La definición es precisa.
En esos campos, oficinas, recámaras y salones, antes amurallados y prohibidos para los ciudadanos, los hijos del ex gobernador Mario Plutarco Marín Torres, por citar ejemplos, realizaban sus fiestones de embriaguez y otros despilfarros. La época es bien conocida en los corrillos políticos que en su momento se callaron.
Casa Puebla fue un templo de codicia, liviandad y aviesos actos.
Fiestas temáticas de ellos y otros hijos de gobernadores se realizaron con onerosos cargos al erario poblano. Hay especialmente una que terminó muy mal, por los niveles de intoxicación etílica -y otros-, según trascendió, en la que se convirtió, literalmente, a algunos salones en un casino. Con todo y mesas de apuestas y crupieres.
Pero no solamente los excesos fueron de los Marín, también de muchos más.
Los saqueos, al terminar los periodos de gobierno también eran de lo más normal; actualmente hay un proceso y ha habido procesados por lo que ocurrió al finalizar la minugubernatura de José Antonio “Tony” Gali Fayad.
También las remodelaciones, a gusto y capricho de las nuevas familias, eran descomunalmente caras, de mal gusto e innecesarias, en la mayoría de los casos.
“Hoy si es Casa Puebla la casa de los poblanos. Antes era la casa de los que vivían acá. Todos hicieron fiestas acá, que bueno que yo no vine a ninguna. Todos hicieron destrampe acá, con helipuerto donde bajaban las libélulas gigantes se puso una concha y es un auditorio al aire libre”, detalló el gobernador Barbosa.
Además de la opulencia, la fantochería, la corrupción y la impudicia de los poderosos, en una larga etapa, desde que para ser residencia del gobernador se inauguró en 1978, Casa Puebla fue el símbolo de lo perverso, también en etapas específicas.
El finado Rafael Moreno Valle Rosas citaba en esas oficinas lo mismo a políticos, líderes sociales, sindicales y periodistas, para amenazarlos.
Sus súbditos, que no colaboradores, acudían prestos a sus gritos, para cumplir sus encargos oscuros y sus caprichos. Pero no fue el único. El poder sinvergüenza y sin principios así se suele comportar, sin importar quién lo ostenta.
Se derrocó a ese poder podrido, con esta apertura tan simbólica.
Con las puertas que se abrieron el sábado también entró la dignidad.