Álvaro Ramírez Velasco
La noche de este jueves, la presidenciable Claudia Sheinbaum Pardo ha sumado 4 mil 456.5 kilómetros recorridos en cuatro días de asambleas informativas, en siete ciudades, de cuatro estados, con traslados por tierra y aire a través de una decena de entidades.
La intensidad de su andar, en comparación con la paciencia y hasta la fiaca de algunos de sus adversarios, apunta a que es la única de las llamadas corcholatas que se ha tomado en serio el proceso interno de Morena que, tras 70 días (desde mañana faltarán 65 todavía) de actividad, definirá el 6 de septiembre a la candidata presidencial (o casi imposible candidato), bautizada con el eufemismo confuso de coordinadora nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación (4T).
El miércoles, la jefa de gobierno con licencia de la Ciudad de México estuvo a unos 30 kilómetros de la capital poblana, en donde el pasado 3 de junio reunió a más de 50 mil personas en el Centro Expositor de Los Fuertes.
La tarde de esta media semana la alcanzó en Apizaco, Tlaxcala, luego de que al mediodía estuvo en Zacatelco.
La voz rota de un día anterior, por el cambio agresivo de clima, se había reparado.
Ante un auditorio de miles, en la parte trasera de la Monumental Plaza de Toros de esta ciudad, de añeja tradición taurina y cuna de célebres matadores, la presidenciable volvió a la enjundia de sus discursos, para resaltar los logros de la 4T; el legado que heredará Andrés Manuel López Obrador; del papel de las mujeres, que pueden ser todo, “incluso presidentas”; y de la continuidad de la transformación.
A donde va la única mujer en esta contienda interna del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se ha convertido en una generadora de tumultos, abrazos, besos, atención masiva y cercanía garantizada.
Anda entre las vallas que la llevan al templete, como aquí en Apizaco, sin cuerpo de seguridad y sin ayudantía. Hay riesgos, pero seguramente calculados.
Saluda al paso; abraza de prisa, pero plena en el contacto físico; besa a quien la besa y sonríe; las fotografías abundan; las selfies se han convertido en un ritual indispensable de sus llegadas, de sus salidas y de su convivencia.
Va de ropa ligera. El calor lo demanda.
Llaman la atención sus tenis: blancos, con cuadros del costado externo del pie; son comunes, de un modelo lejano de la moda de pasarela.
Están ligeramente polvosos, tras andar más de 4.4 mil kilómetros hasta este jueves, en que cerró el día en Tijuana, Baja California.
Son como el calzado de la estudiante que fue, cuando hace casi cuatro décadas fue una de las líderes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) que defendió la gratuidad de la educación, desde la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Es calzado para caminos largos, de andanzas.
Son “zapatos de nube”, como simplificó el poeta Noel Jorge Nicola Reyes (Noel Nicola) para describir a los pies inquietos que no paran de viajar.
Con cuidado de no pronunciar las palabras proscritas por el Instituto Nacional Electoral (INE), en este proceso interno morenista, en Apizaco remata Claudia Sheinbaum Pardo: “las mujeres pueden ser muchas cosas… podemos ser todo… incluso presidentas”.
A su salida del recinto al aire libre, se aproxima con dificultades a la camioneta que la espera.
Va entre una nube de celulares que piden selfies, de besos que van directo a sus mejillas, algunos, y otros se extravían en el aire.
Va entre gritos de apoyo y porras.
Sube a la camioneta unos segundos, pero tiene que salir de mitad del cuerpo por la ventana, para despedirse y dar los últimos abrazos.
Va entre una marabunta.
Va con sus zapatos de nube.