Álvaro Ramírez Velasco
El resultado de las elecciones en el Estado de México y Coahuila debieran ser reflexión, acicate y preocupación para la dirigencia nacional de Morena y también para Palacio Nacional.
No puede haber un festejo desbocado, porque en los dos procesos el lopezobradorismo perdió, por encima del triunfo mexiquense, aritmética y políticamente.
Me explico: en el Edomex ganó su candidata Delfina Gómez Álvarez. Sin embargo, lo hizo por apenas 9 puntos de diferencia, de acuerdo con las estimaciones oficiales.
En tanto, en Coahuila la derrota era esperada, pero no por la paliza de 35 puntos que les propinó la alianza opositora a los morenistas. En ese estado norteño prevalecerá la sospecha de que fue concertada la derrota, para que la plaza se quedará todavía en manos del priísmo, aunque el triunfo lo consigue en coalición con PAN y PRD.
Vamos primero al Estado de México. Efectivamente, se acaba una casi centenaria hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y un muy largo dominio del Grupo Atlacomulco.
Gana el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), pero el margen de 9 puntos de ventaja es muy malo, porque la abanderada comenzó la contienda con 25 puntos arriba.
La candidata del tricolor, Paulina Alejandra del Moral Vela, ganó mucho terreno y exhibió las deficiencias de Delfina como personaje, como política y, por supuesto, como abanderada.
La fuerza del grupo morenista en el oriente de la entidad es la que ha valido para el triunfo, pero la aprobación de más de 65 por ciento que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador no se reflejó en las urnas.
No hubo transferencia de popularidad ni de seguidores, porque no gustó la candidata.
A pesar del triunfo, el Edomex reclama todavía mucho trabajo social y político, para alcanzar en 2024 una mejor votación, en el estado que tiene el mayor número de votantes del país: 12.7 millones de personas en posibilidad de sufragar, de acuerdo con su Lista Nominal.
Para el triunfo en la elección presidencial esa entidad es decisiva.
Si, como ha dicho el Presidente de la República, se pretende ganar el próximo año con 66 por ciento de los votos, en todo el país, el resultado que dio Delfina no solamente es decepcionante, sino que enciende las alarmas.
En Coahuila, el resultado arroja un experimento a la inversa: si se pretendía perder, al dividir a la alianza lopezobradorista y mandar, cada partido, en este caso el PT y el PVEM, a sus propios abanderados, quienes terminaron atacándose entre sí, algo pasó que se salió por completo el control.
Y es que se puede perder con cálculo, si es que, como muchos pensamos, se planeó así. Pero el candidato de la alianza opositora (PRI, PAN y PRD), Manuel Jiménez Salinas, le dio una paliza al sistema, con 35 puntos de diferencia.
Ni sumados, los porcentajes que obtuvieron los abanderados de Morena y los partidos del Trabajo (PT) y Verde Ecologista de México (PVEM), le hubieran ganado.
Las declinaciones de esos institutos, pero no de los candidatos, de última hora, tampoco sirvieron. Coahuila fue un desastre para el sistema.
No puede ir el lopezobradorismo a la elección presidencial, de nueve gubernaturas y de miles de cargos más en 2024, con candidatos malos.
Si el régimen se empeña en caprichos y compadrazgos, para sus postulaciones, el fracaso se asoma muy claramente.
En entrevista en Puebla, la presidenciable Claudia Sheinbaum Pardo nos dijo este sábado, qué tipo de abanderados se requieren:
“Honestidad por encima de todo, mucha convicción. Proyecto en el sentido de continuar con la construcción de un México con justicia que erradique la pobreza, que siempre piense en los grandes derechos del pueblo de México: la educación, la salud, la cultura, la vivienda, el salario digno, el trabajo digno. Se requiere también temple y experiencia para poder sortear las dificultades que puedan llegar siempre en un puesto tan importante
-¿Populares, necesariamente populares?
Yo no diría popular, sino con aceptación popular, que es distinto. Con la aceptación del pueblo de México, eso está por encima de todo.
Hasta aquí la cita y la advertencia.
La guerra que desactivó Eduardo Rivera
El alcalde de Puebla capital, Eduardo Rivera Pérez, operó políticamente, con paciencia y experiencia, para atajar lo que hubiera podido convertirse en una guerra de proporciones impredecibles e indeseables, entre dos organizaciones poderosas y de militancia nutrida.
No es exageración suponer que si la Unión Popular de Vendedores Ambulantes (UPVA) 28 de Octubre y el Movimiento Antorchista (MA) se hubieran enfrentado, como casi ocurre en los días pasados, por los espacios del Mercado de Amalucan, muchas cosas graves hubieran podido ocurrir, gravísimas con un saldo seguramente triste y lamentable.
El alcalde panista consiguió sentar a la misma mesa al líder antorchista, Juan Manuel Celis Aguirre, y al dirigente de la UPVA 28 de Octubre, Rubén Sarabia Sánchez.
Hubo diálogo y acuerdos, nos dicen varias fuentes.
En la inédita reunión, con la que Rivera Pérez mostró gobernabilidad en el municipio, sin duda, se acordó ponerse de acuerdo en los espacios, no solo en el Mercado Amalucan, sino en otros puntos de la ciudad, donde les interesa tener a sus agremiados.
De acuerdo con fuentes del MA, sus agremiados habían sido golpeados días antes, por lo que la petición específica fue que se deje de reprimir a los locatarios, pues de los 104 locales, 85 son antorchistas, además solicitaron que se les permita, sin presiones, pertenece a la organización que ellos quieran para trabajar en paz. El diálogo -asegura- es la vía.
El alcalde capitalino Eduardo Rivera además desactiva, sin pasar el problema al gobierno del estado, y con contundencia por el momento, un problema añejo, mayúsculo y que amagó con crecer desproporcionada y peligrosamente.