La mitología griega asemejaba el arcoíris con los colores del vestido de Iris, mensajera de los dioses; los irlandeses esperaban encontrar al final del arcoíris un gran tesoro custodiado por un duende, y los nórdicos conectaban la Tierra con Asgard —uno de los nueve mundos en la mitología nórdica— a través de un puente de arcoíris.
Detrás de todas estas leyendas se encuentra el fenómeno atmosférico y óptico, uno de los más espectaculares de la naturaleza. Pero, para poder observarlo, necesitamos tres elementos principales: gotas de lluvia, rayos de sol y, por supuesto, nuestros ojos. Es por ello por lo que solo lo veremos en días de lluvia, cuando esta empieza a cesar y deja paso al sol. Aunque, siguiendo el mismo razonamiento, también podemos observarlo cuando la luz solar atraviesa una cascada.
Pero seguro que lo que no sabes es que el arcoíris no es en realidad un arco.
Aunque su nombre nos indique lo contrario, en realidad los arcoíris no son arcos, sino que tienen forma circular. Lo que ocurre es que la forma de la Tierra es responsable de que nosotros veamos solo la mitad de ellos.
Nuestra visión es interceptada por el horizonte de modo que no logramos verlo al completo. La mejor forma de hacerlo es subirnos a un avión o a un lugar con suficiente altura, ya que desde allí podemos contemplar la verdadera forma del arcoíris.
Mar Gómez foto instagram @margomezh